No me puedo acordar de la cantidad de veces que he intentado convencer a los padres de que sus hijos tenían muy poco que perder y muchísimo que ganar aceptando los videojuegos como un puntal decisivo de su futura educación. No quiero decir con ello que todos los programas por ordenador portátil resulten útiles y nada perniciosos. Sigue habiendo problemas, pero hemos podido identificar las increíbles ventajas. Ha llegado la hora de que nuestro sistema educativo se plantee como objetivo utilizar los videojuegos como un instrumento formativo. Las ventajas de su utilización se ven acrecentadas involucrando a los padres en esas técnicas nuevas de comunicación digital. ¿Por qué -se preguntarán mis lectores- se trata de algo no solo útil, sino divertido y educativo al mismo tiempo? Hoy se sabe lo que convierte un videojuego en algo divertido. En primer lugar, tiene que representar un desafío y, para conseguirlo, utilizar una estrategia bien diseñada. En segundo lugar, debes poder reírte jugando, y la única manera de reírse consiste en incorporar la sorpresa en el juego. En tercer lugar, cada juego tiene un cociente de aburrimiento, que es mínimo cuando podemos repetir tantas veces como sea preciso el juego, obteniendo siempre respuestas distintas. ¿Por qué los videojuegos son educativos? Sencillamente, porque despliegan información nueva, porque suponen un acicate para memorizar y porque se gana o pierde contestando a preguntas. O sea, que jugando se aumenta la información, se ejercita la memoria y se desmenuza el universo en preguntas y respuestas. Es una manera, además, de huir de la aburrida realidad de localizaciones y verbalismos. ¿Por qué nos parecen los niños en su primera edad particularmente creativos o soñadores? Porque han huido de la realidad antes de que les haya destrozado el ánimo o la conducta. La realidad es tremendamente aburrida: está llena de alegatos de personas que pasan la mayor parte de su tiempo defendiendo que tenían razón, que ellos lo habían previsto y que los demás no se habían enterado de nada. ¿Puede haber algo más aburrido que una clase oral desmenuzando el capítulo previamente aprendido? A los maestros que se dedican a perorar, a vocalizar, a repetir de memoria lo que han estudiado previamente no van a seguirlos, entusiasmados, sus alumnos. Van a preferir los videojuegos [la prueba está en la cifra de adictos, que se contabilizan por miles de millones]. La educación del futuro, sobre todo la que tenga que ver con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, está abocada a impulsar la teoría y práctica de los videojuegos. Las instituciones educativas y sus educandos debieran preparar a toda prisa esta vinculación entre entretenimiento y conocimiento, recurriendo a nuevos universos y distintos soportes. Es contraproducente seguir hablando de la necesidad de impulsar la reforma educativa sin adelantar la necesidad de que los jóvenes entren en los idiomas distintos de los videojuegos; pero para ello se requiere, por supuesto, que alguien capacitado se dedique al estudio y la confección de videojuegos que sean similares, pero distintos de la realidad; que puedan modelar la sorpresa, memorizar lo que convenga y aprender contestando a diferentes preguntas. Es más, no basta con fiarse enteramente de los videojuegos educativos. Existen otros tipos de vídeos aplicados a portátiles que hacen referencia a actividades tremendamente ilustrativas de otros quehaceres, como pueden ser el deporte, el sistema inmunológico, la gestión emocional o el trabajo en equipo. Todo, menos dejar solo al profesor toda la mañana delante de 30 alumnos, utilizando el único soporte de la palabra. El futuro de la educación es algo totalmente distinto, que se parece muy poco a lo que aprendieron generaciones anteriores.
Los lectores preguntan a Eduardo Punset. Pregunta de Maravillas Segura. Madrid
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